viernes, 16 de enero de 2009

Retrato de la modernidad

Hace poco vi una película. Pleno retrato de la modernidad. Cine francés, drama thriller, palabras que también solo tienen sentido cuando se vive esa sociedad.

Un tipo pierde su trabajo como manufacturador de papel después de laborar por unos 15 años para la misma empresa (que ahora agarra aires y estrategias corporativas). En un recorte de personal y traslado se van él y 600 más.

Tras 2 años de no conseguir empleo analiza la situación y considera que es debido a que hay gente más capaz que él, a pesar de que él es uno de los mejores ingenieros en su área, la del papel. Decide poner en práctica un plan con el único objetivo de facilitarle mediante todos los medios posibles, el conseguir trabajo en su vocación: matar a todas las personas mejor calificadas que él para ser el siguiente en la lista de personas a contratar.

Una cinta cargada de elementos sutiles acerca de la sociedad moderna. Cortos flashazos de publicidad erotizada con imágenes femeninas cuasi-desnudas, el creciente apogeo de una "sociedad ecológica" (por supuesto, esto en Francia pues en Latinoamérica apenas y estamos soñando con eso), el aumento en la criminalidad de los jóvenes, etc, etc, etc.

Dos de las temáticas recurrentes, es decir, el recorte de personal y el trabajo deslocalizado nos hacen pensar en esta liquidificación del dinero y de los productos. El paso de lo pesado a lo ligero, de lo sólido a lo líquido, de lo inpóluto a lo más sucio y contaminado (tanto ambiental como éticamente).

A lo largo de la trama de la película, nos van planteando preguntas fundamentales en esta "era global". ¿Hasta donde nos va a llevar el sistema económico actual?, ¿nos va a encaminar hacia una autodestrucción en función de la sagrada competencia y en detrimento de la maligna solidaridad?, ¿es el capitalismo tal y como lo vivimos ahora el medio para nuestra propia aniquilación, el tiro que nos saldrá por la culata?, ¿realmente es el modelo económico-político actual lo que nos motiva a cometer actos en contra del otro? y si es así, ¿por qué no actuamos entonces en contra del mismo?

Ah, los medios, los santísimos e incorruptos medios que nos dicen que nuestros presidentes van a zonas de desastre (por terremoto) a decirle a la gente que se acostumbre a vivir sin nada (porque estamos en un país de alta sismicidad por si no lo sabíamos eh?), donde nos dicen que debemos aceptar una mina a cielo abierto devastadora porque -y ojo con la "ganga"- por la módica suma de unas pocas hectáreas van a conservar  y reforestar "¡Para Siempre!" gran parte del bosque que de por sí ya ellos mismos habían destruído. Y eso sin contar los daños por el cianuro y demás, por si no les había contado que era una mina de oro.

Pues sí, nos restriegan todo en la cara pues el pueblo lo ve y no hace nada. Hace años que aprendió a tragarse todo lo que sale de esa cajita que llamamos tele como si fuera un espectáculo, o el anuncio nuevo de un producto innovador sacado al mercado por una de esas compañías que la misma mención de su nombre nos evocan fantasías navideñas o sueños de juventud adquirida.

Pero en fín, todas estas críticas resaltan en nuestra querida cinta ("Le couperet" o L"a corporación" para todos aquellos cinéfilos desesperados que se leyeron todo lo anterior para ver si agarraban el nombre de una buena película para el fin de semana), aunque por supuesto, la sociedad de la desinformación puede ser incapaz de verlas ni aún apuntándoselas con el dedo.

Pero una pregunta nos puede quedar a todos por igual, ¿cuando nos empezaremos a matar por un trabajo?